Sobrasada - la mejor comida en Mallorca

Planifica tus vacaciones en Mallorca guiado por el sabor

Hay algo especialmente placentero en organizar un viaje pensando más en lo que vas a comer que en lo que vas a ver. Mallorca, con sus colinas bañadas por el sol, puertos pesqueros tranquilos y tierras fértiles, es el destino ideal para este tipo de escapada: una en la que cada comida se convierte en el auténtico destino.

¿Y si en lugar de añadir la gastronomía a tu itinerario, dejas que marque el rumbo?

Deja que las estaciones decidan

Si realmente quieres comer bien en Mallorca, empieza por pensar en cuándo venir. La cocina de la isla sigue el ritmo del campo y del mar, y lo que encontrarás en tu plato cambia bastante según la época del año.

En primavera llegan las hierbas silvestres, los guisantes tiernos y el cordero. El verano es pura abundancia: tomates, berenjenas, melocotones y marisco recién pescado. El otoño trae la cosecha, con viñedos y olivares en plena actividad. En invierno, predominan los platos reconfortantes: guisos sabrosos, arroces caldosos y licores caseros hechos con hinojo, cáscara de cítricos y menta.

Las mejores fechas para foodies son de finales de abril a principios de junio, o bien en septiembre, cuando los mercados están a tope, pero sin multitudes, y el clima sigue siendo ideal.

Más allá de Palma

Palma es el punto de partida natural. Tiene estilo, panaderías deliciosas, bares de vinos escondidos entre callejones de piedra y una escena gastronómica vibrante que combina lo moderno con lo tradicional. Puedes encontrar desde menús degustación vanguardistas hasta restaurantes familiares donde la comida sigue siendo sagrada.

Pero para saborear la verdadera esencia de la isla, hay que salir de la ciudad.

En la Serra de Tramuntana, pueblos como Fornalutx o Deià ofrecen una cocina ligada a la tierra: sencilla, honesta y profundamente arraigada en la tradición. En la costa, lugares como Portocolom o Cala Figuera sirven marisco tan fresco que casi salta del plato. Y en el interior, alrededor de Binissalem o Santa Maria, disfrutarás de platos contundentes de campo y vinos locales muy recomendables.

La variedad es increíble: desde pan recién horneado en una plaza de pueblo hasta pescado elegante acompañado por la brisa marina y una copa de rosado bien frío.

Descubre los mercados y conoce a los productores

Los mercados de Mallorca no son solo para turistas: aquí es donde compran, comen y socializan los locales.

Empieza por el Mercat de l’Olivar en Palma, ideal para una introducción animada a los productos de la isla: quesos, aceitunas, pescado curado, la famosa sobrasada y mucho más. Si estás en la montaña, el mercado de los sábados en Sóller merece la visita: no es muy grande, está lleno de color local y se celebra en una preciosa plaza.

El mercado de los jueves en Inca es el más grande de la isla y perfecto si buscas una experiencia más auténtica. Encontrarás embutidos, especias, miel, vinos, verduras frescas y todo lo necesario si te apetece cocinar tú mismo.

¿Mejor aún? Únete a un guía local en un tour gastronómico privado. En Food Tours Mallorca, algunos recorridos incluyen visitas al mercado y clases de cocina, para que puedas comprar, probar y cocinar como un auténtico mallorquín. Una forma excelente de conectar con la gastronomía local desde dentro.

Otro ritmo a la hora de comer

En cuanto llegas a la isla, te das cuenta de que aquí se respeta la hora de la comida. Nadie tiene prisa. Las comidas se alargan, la cena puede empezar a las nueve, y el reloj pierde protagonismo.

Empieza el día con algo sencillo — una ensaimada y un café fuerte en una terraza. A media mañana, quizá una porción de coca de trempó, una especie de pan plano mallorquín con pimientos y tomate.

La comida suele ser la principal comida del día. Puede ser un festín de marisco junto al mar, o un guiso contundente de conejo con patatas en la montaña, acompañado por un vino tinto local. Por la tarde, la isla se ralentiza. Muchos lugares cierran un rato. Es el momento de echarse una siesta, darse un baño o pasear hasta que llegue la hora de cenar.

Por la noche, unas tapas o una cena ligera para compartir suele ser lo ideal: aceitunas, pan, verduras a la parrilla, quizá unos calamares frescos o anchoas, una botella de vino y buena compañía.

Qué platos buscar

La cocina mallorquina es generosa, rústica y hecha con cariño. Si es tu primera vez en la isla, aquí van algunos platos que no te deberías perder:

  • Arroz brut: Arroz caldoso con especias, carne y verduras de temporada. Reconfortante y sabroso.
  • Tumbet: Capas de berenjena, patata y calabacín fritos, cubiertos con salsa de tomate. Una especie de lasaña mediterránea sin pasta.
  • Frito mallorquín: Mezcla potente de vísceras, patatas y verduras. No apto para todos, pero muy tradicional.
  • Pa amb oli: Pan de pueblo con tomate y aceite de oliva, a veces con queso o jamón. Simple, pero delicioso.
  • Sobrasada: Embutido untuoso con pimentón, ideal sobre pan caliente o en platos cocinados.

Acompaña tus comidas con vinos locales — la isla cuenta con bodegas excelentes — o prueba un vaso de hierbas mallorquinas, un digestivo hecho con hierbas autóctonas.

Mesas escondidas

En Mallorca hay buena comida por todas partes, desde bares de tapas escondidos hasta terrazas junto al mar. Pero estos rincones menos conocidos merecen una mención especial:

  • Ca Na Toneta (Caimari): Cocina local, de temporada y sostenible. Dirigido por dos hermanas con mucha pasión.
  • Es Taller (Valldemossa): Un antiguo taller convertido en restaurante creativo, con raíces en la cocina mallorquina.
  • Bodega Can Ribas (Consell): Reserva con antelación para un almuerzo tranquilo entre viñedos.

Y no subestimes los restaurantes familiares donde nadie habla inglés y el menú cambia cada día. Ahí es donde muchas veces está la verdadera magia.

No lo planifiques todo

Puede parecer contradictorio viniendo de alguien que te anima a planificar tu viaje en torno a la comida, pero deja espacio para la sorpresa. Ese chiringuito que sirve sardinas a la parrilla y vino por 10€, la panadería que huele demasiado bien para ignorarla o ese restaurante que no conocías y que te marca el viaje.

Mallorca premia a los curiosos. A los que se pierden o siguen su olfato en lugar de una guía. Pregunta a los locales. Confía en tus instintos. Come cuando tengas hambre. Descansa cuando no.

La isla tiene un ritmo suave — la comida forma parte de él. Aquí las comidas no son eventos, son simplemente lo que haces, cuando el cuerpo lo pide.

Una última reflexión

Planear unas vacaciones guiadas por la gastronomía no va de comer como un gourmet una semana. Va de conectar con un lugar a través de sus ingredientes, su cultura y la gente que la mantiene viva. Y en Mallorca, eso surge de forma natural.

Así que ven con hambre — pero también con mente abierta. Deja que el sabor te guíe. Confía en los almuerzos largos, las desviaciones imprevistas y los platos que no sabes pronunciar. Ahí es donde nacen las mejores historias.

¿Listo para planear tu viaje con sabor? Descubre nuestros food tours en Mallorca y deja que la cocina local te lleve por la isla.

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